viernes, 8 de octubre de 2010

CAVILACIONES

CAVILACIONES-

el humo del cigarro aligera la cer-

teza de saberse cavilando. Boca roja y

delineada, cerezas marchitas a falta de

humedad. Mechones de color que evitan con-

vertirse en inquilinos de una taza de cafe. Sus

uñas largas y pintadas golpean incesantes una

mesa de madera. Sus ojos negros perciguen a

una chica que pasa frente a ella y se esfuma al

final de una calle solitaria. Los mismos ojos

parados dejan ir el brillo que por un instan-

te delata la nesecidad de amar. La mano de

aquel sentado junto a ella la acompaña

hurga en su cuerpo acariciándole un pezón

mientras le dice friamente y en susurro:ima

gina que soy ella.

y entonces se deja llevar por aquel que la

aconseja y flota entre la hiel de una imagi-

nación frustrada, aspira por ratos el calido

aroma de un falso cuerpo femenino. Roza

los labios simples y sin sangre de aquel hombre

en junto de pelo alborotado y rostro palido que

viste ropa sucia de tres dias. mientra le rega-

tea besos insipidos, él desvia la mirada para

contemplar la existencia de aquel que cruza

el lugar donde se encuentran. Siente una ma-

no que acaricia su entre pierna. No dice nada

y solo observa como ella en forma cinsera y

comprensible, se acerca a su oido para pedir-

le: imagina que soy él.

extraño visitante

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EN SU HUIDA AL ARTICO
aprendido a soportar el carárctes
cambiante de los humanos. Ya nadie
parecia parecia verlo como una criatura
monstruosa, la moda de las cirujias plasticas
le habia allanado el camino. Si bien
seguía siendo alto, fuerte e iracundo,
él ya esta libre de las burla apesa de no ser
muy guapo. Cuando pudo establecerse en una
ciudad americana, decidio aprender la sabidu-
ria de los hombres y tras mucho esfuerzo pudo
ingresar a la universidad a estudiar literatu-
ra. Sin embargo, un día cayó en sus manos un
relato donde se le hacia un homenaje a Dracula.
Apenas lo terminó de leer empezó a gritar:
-!Me las pagará aquel hombre¡
Lo encontró atravéz de un detective. Al con-
tactar por ultima vez, le dijo:
-Vive en la ciudad de Cholula y ésta es la
dirección.
Le entregó unos papeles. Una noche de mar-
zo tocó el timbre de una casa de zaguan rojo.
Apareció frente a él un joven de estatura me-
dia, párpados mongólicos, bastante cachetón
y ligeramente pasado de peso. Le dijo con una
voz rasposa:
-Tú eres Vicente soriano.
-Si... y ¿usted? -dijo el muchacho.
-Soy Frankenstein -respondió el extraño
visitante- y le exijo que me escriba un cuento
homenaje.
-¿Sabe qué, amigo? -repondio Vicente
Soriano- No creo que sea usted quien dice,
asi que mejor ¡lárguese de mi casa!, si no quiere
que llame a la policia.
El desconocido no aguantó la enfrenta y se
marchó. El joven escritor entró a su recamara
y marcó el numero telefónico de Pilar Guevara,
una vecina por la que sentia cierta afinidad y le
quiso contar lo que apenas le habia sucedido.
Entre dime y diretes, el joven escuchó a travéz
del auricular el momento en que alguien rom
pió un ventanal, escuchó una suerte de gritos
desesperados hasta que desaparecieron y luego
una voz amenazante que le respondió:
-Ahora-si-me-crees...! -y le colgó.
El joven no tuvo tiempo para decirle que pa-
decía una seca literaria y que no tenia una pro-
metida, sino tres amigas y que no sabia a cuál
de ella elegir como su pareja. Cuando apareció
Frankestein de nuevo en su casa, el joven escri-
tor le dijo que si mataba a alguna de las dos que
quedaban con gusto le escribiría el cuento.

jueves, 7 de octubre de 2010



- ¡mamá, papá!
- Dime, hijo.
¿Me pueden comprar
un trabajo?
- ¿Cómo?
- Es que quiero
vivir en la calle